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Héroe de barrio - Neighborhood Hero (2016)



Inspirado en Nafta Súper

Los superhéroes a veces también pueden llorar. La versión trucha de Linterna Verde, aquel que nació en los suburbios del arrabal porteño, se sentía destruido: la ciudad que lo vio crecer se caía en mil pedazos, quedando en casi nada, solo en ruinas. La misión que él debía cumplir no la pudo concretar, se quedó en la más profunda soledad.

Ahora tenía que volver a empezar. Pero, ¿Cómo? La liga de la Justicia, ¿Dónde estaba? Sus amigos, los que siempre estuvieron, en las buenas, en las malas, ¿Podría volver a encontrarlos? Estaba lleno de dudas. Ellos se habían ido a recorrer el mundo salvando vidas, y solo él se había quedado en el país. El País de Nunca Jamás. Linterna Verde ahora tenia que juntar plata para poder volver al Espacio Sideral y necesitaba llamar de vuelta a sus amigos. A pata, se subió al único colectivo que había en el lugar, pagó sus únicas monedas y viajó a la casa de su mejor amigo, el Rata.

El Rata lo esperaba con unos ricos mates, en el rancho de un barrio muy humilde, una casi villa. Era prácticamente un mendigo, harapiento y sucio como él solo. Pero eso no era lo mas importante, sino su buen corazón. Linterna, guacho, ¿Qué te anda pasando?, Nada, acá me ves, estamos todos perdidos y necesito que me hagas un favor. Tengo que viajar primero al Espacio Sideral, y después a algún rincón en la tierra para reencontrarme con mis amigos. Mientras tomaban mate, a el Rata se le ocurrió algo: armar una Kermesse donde los habitantes de esa ciudad destruida pusieran su aporte, y se pudieran ir rearmando, de a poquito. Siendo un superhéroe de barrio, pero héroe al fin, Linterna Verde estaba dispuesto a hacer de todo para ayudar: barrer, limpiar los baños, atender a la gente, etc, etc, etc.

Entonces se pusieron en marcha. Como en el país no había manera de comunicarse de otra manera que no fuera por carta, Linterna Verde le pedía prestada plata a el Rata y se comunicaba con las versiones truchas de la Mujer Maravilla, Superman, El hombre Petiso, varios de sus amigos, los cuales extrañaba tanto. Les contaba de cómo estaba el país, la tristeza que imperaba, que por el momento no regresaran y de la Kermesse. Sorprendidos, ellos miraban por su ventana y agradecían las cosas buenas que les tocaban, en su propio Universo.

Por carteles se anunció la Kermesse. Seria en el Club de barrio, todos los vecinos harían su aporte y en efecto así fue: ese sábado a la tarde Linterna Verde juntó a fulanos y menganos ordenaron las mesas, las sillas, barrió, limpió los baños y prendieron las luces. No fue un éxito, pero tampoco un fracaso. Fue poca gente para lo que se esperaba. Que le iban a hacer. Por lo menos, Linterna Verde juntó plata para viajar al Espacio Sideral, y después regresaría al país.

Pasó una semana y el emprendió viaje, con su fuerza y su luz. Al llegar, las cosas estaban bastante mejor. En el Espacio los chicos podían remontar barriletes, los viejos podían tener proyectos, los adultos, una vida tranquila. Si todo estaba tan bien; ¿Para que quedarse ahí, aburrido y solo? Buscó trabajo como Canillita de diarios espaciales y se puso a venderlos. Le fue bien: vendió muchísimos. Al día siguiente del recuento final, fue a una Agencia de Viajes, y compró un pasaje a un rincón de Asia, donde estaba la Mujer Maravilla rescatando personas de Tsunamis.

Con su vieja amiga se reencontraron y se pusieron muy contentos. Las cosas de a poco estaban mejorando: los Tsunamis habían terminado pero estaban en el Hospital curando enfermos. Eran de nuevo los superhéroes de siempre: de lo que sentían orgullo. Ahora podían comunicarse por carta, mail, teléfono, WhatsApp, redes sociales, Internet, de todo, asi que pudieron comunicarse con sus amigos: todos se encontrarían en el Hospital de aquel rincón de Asia. Pasaron dos semanas y, de pronto, los superhéroes estaban a punto de volverá pelear contra las injusticias, la violencia y la soledad.

Y que mejor manera que regresando al País de Nunca Jamás. Ese lugar oscuro al cual ellos se encargarían de iluminar. Ese país triste que necesitaba alegría, más que nunca. Y lo iba a lograr. Porque ellos, juntos, son invencibles. Gracias al héroe de barrio, Linterna Verde.




Inspired by Nafta Super

Sometimes superheroes can also cry. The trucha version of Green Lantern, the one who was born in the suburbs of the Buenos Aires suburbs, felt destroyed: the city where he grew up was falling into a thousand pieces, leaving almost nothing, only ruins. The mission he was supposed to fulfill could not be accomplished, he was left in the deepest loneliness.
Now he had to start all over again. But how? The Justice League, where was it? His friends, the ones who had always been there, through thick and thin, could he find them again? He was full of doubts. They had gone off to travel the world saving lives, and he alone had stayed in the country. Neverland. Green Lantern now had to raise money to get back to outer space and he needed to call his friends back. On foot, he hopped on the only bus there, paid his only coins and traveled to the home of his best friend, El Rata.
El Rata was waiting for him with some delicious mates, in the ranch of a very humble neighborhood, almost a villa. He was practically a beggar, ragged and dirty as himself. But that was not the most important thing, but his good heart. Lantern, guy, what's going on with you, nothing, here you see me, we are all lost and I need you to do me a favor. I have to travel first to outer space, and then to some corner of the earth to meet up with my friends. While they were drinking mate, El Rata came up with an idea: to set up a Kermesse where the inhabitants of the destroyed city could make their contribution, and they could start rebuilding themselves, little by little. Being a neighborhood superhero, but a hero nonetheless, Green Lantern was willing to do anything to help: sweeping, cleaning toilets, helping people, etc, etc, etc, etc.
So they set off. Since there was no way to communicate in the country other than by letter, Green Lantern borrowed money from the Rat and communicated with the truncated versions of Wonder Woman, Superman, The Little Man, several of his friends, whom he missed so much. He told them how the country was, the sadness that prevailed, that for the moment they would not return and about the Kermesse. Surprised, they looked out of their window and were grateful for the good things that were happening to them, in their own Universe.
The Kermesse was announced by posters. It would be at the Neighborhood Club, all the neighbors would make their contribution and indeed it was so: that Saturday afternoon Green Lantern gathered so-and-so and so-and-so, arranged the tables, chairs, swept, cleaned the bathrooms and turned on the lights. It wasn't a success, but it wasn't a failure either. It was a small crowd for what was expected. What were they going to do. At least, Green Lantern raised money to travel to outer space, and then he would return to the country.
A week passed and he set off on his journey, with his strength and his light. When he arrived, things were much better. In Space, children could fly kites, old people could have projects, adults could have a quiet life. If everything was so good, why stay there, bored and alone? He looked for a job as a space newspaper boy and started to sell them. He did well: he sold a lot of them. The day after the final count, he went to a travel agency and bought a ticket to a corner of Asia, where Wonder Woman was rescuing people from Tsunamis.
She and her old friend were reunited and were very happy. Things were slowly getting better: the Tsunamis were over but they were in the Hospital healing the sick. They were once again the superheroes they had always been: the ones they were proud of. Now they could communicate by letter, mail, telephone, WhatsApp, social networks, Internet, everything, so they could communicate with their friends: they would all meet at the Hospital in that corner of Asia. Two weeks passed and, suddenly, the superheroes were about to fight again against injustice, violence and loneliness. 
And what better way than by returning to Neverland. That dark place that they would be in charge of illuminating. That sad country that needed joy, more than ever. And they were going to achieve it. Because they, together, are invincible. Thanks to the neighborhood hero, Green Lantern.



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