Son las diez de la noche, estoy en la terminal de ómnibus de Neuquén y estoy enojado: acaban de suspenderme el viaje que salía de plataforma once a Buenos Aires a la una de la mañana. ¿Cuáles fueron las razones? En la boletería no me lo quieren decir: que fallas en el micro, que en esta época de vacas flacas algunos micros llegan tarde, excusas, excusas, excusas. La cosa es que se me terminaron las vacaciones, entre algunos días de trabajo acá en la Patagonia, y aunque la terminal es divina, no sé que voy a hacer acá. El hotel donde paré lo tengo lejos, y en la oscuridad nocturna no me queda otra que, con la valija, revisar el celular, fijarme en las redes, en whatsapp, leer algunos libros, y dormir en una cama improvisada.
Hay poca gente. Apenas algunas personas que
pasan apurados, con la suerte de poder viajar, nerviosos, contentos, en fin.
Suena el celu y es mi esposa desde Buenos Aires: le cuento lo que me pasó y no
lo puede creer; nos quedamos charlando un tiempo que no me doy cuenta cuanto
es: lo que sí, veo que cuando corto apenas tengo batería. La puta madre. Ahora
que mierda hago. Me levanto del piso y busco cargadores de celulares: no sabía,
¿hay que pagar?, ¿300 pesos la recarga? Carajo, en este país ni el aire es
gratis: voy al kiosco, pago (con bastante bronca), cargo el teléfono, espero.
No tengo idea la hora que es. Me fijo desde la tele del bar, Crónica me dice
que es la una de la mañana. Tengo sueño. Cuando el celular completa la carga,
avanzo hacia el bar a tomar un café que me despabile un poco. Las mesas que
están ocupadas están con parejitas con sus hijos (pienso en el mío, que estará
haciendo en casa, con cinco años es como Súperman), mujeres solas (no pienso
tentarme, antes de engañar a mi esposa me corto la chota), hombres que discuten
de fútbol. Saco de mi mochila el Clarín del día y leo las noticias: siempre es
lo mismo, política, accidentes, inseguridad, cosas pavotas. En ese momento me
arrepiento de no haber preferido hacer el viaje en avión: que tipo más
pelotudo… me hubiera ahorrado toda esta molestia.
Ya no puedo hacer nada, ya está. O si: Crónica
mientras muestra un tiroteo en un barrio del conurbano dice que son las cuatro
de la mañana y la boletería abre dentro de una hora. Con mi valija y la mochila
aprovecho para ir al baño y mientras hago las necesidades otros tipos fuman;
solo lo hago en la oficina, tranqui. Cuando salgo del baño y avanzo hacia el
hall, me siento de pésimo humor: el sueño se me fue, entonces reviso todos los
mensajes y audios del whatsapp que todavía no leí, y no escuché. Mi jefe
preguntándome cuando vuelvo al laburo, mi hermana queriendo saber si pasé por
la ruta de los siete lagos, mi mejor amigo pidiéndome por favor que le lleve el
whisky importado. Se me cierran los ojos, mi cuerpo pide más café, o algo más fuerte.
Pará, una ginebra en esta hora no, no hay nada mas asqueroso que el aliento a
alcohol en un hombre: mejor un café. Vuelvo al bar, Crónica ahora dice que son
las cinco menos cuarto mientras muestran como unos actores que no conozco ganan
un Goya, y pido otro café, mas torrado. Amanece. Ahora tengo hambre, por eso me
pido medio tostado. Lo consumo, vuelvo con mi valija y mi mochila al baño,
ahora voy a la boletería y atienden. Eureka: cuando pensé que ya no podía hacer
nada si podía: decidí suspender el viaje en micro y me vuelvo en avión.
Así no tenemos cuentas pendientes.
Já.
It is ten o'clock at night, I am at the bus terminal in Neuquén and I am angry: they have just cancelled my trip from platform eleven to Buenos Aires at one o'clock in the morning. What were the reasons? At the ticket office they do not want to tell me: that there were failures in the bus, that in these lean times some buses are late, excuses, excuses, excuses, excuses. The thing is that my vacation is over, between a few days of work here in Patagonia, and although the terminal is divine, I don't know what I'm going to do here. The hotel where I stayed is far away, and in the dark at night I have no choice but to check my cell phone with my suitcase, check the networks, whatsapp, read some books, and sleep in a makeshift bed.
There are few people. Just a few people passing by in a hurry, lucky to be able to travel, nervous, happy, in short. The cell phone rings and it's my wife from Buenos Aires: I tell her what happened to me and she can't believe it; we chat for such a long time that I don't realize how long it is: what I do see is that when I hang up I barely have battery power. Fucking hell. Now what the fuck do I do. I get up from the floor and look for cell phone chargers: I didn't know, do I have to pay, 300 pesos to recharge? Fuck, in this country not even the air is free: I go to the kiosk, pay (with a lot of anger), charge the phone, wait. I have no idea what time it is. I look up from the TV in the bar, Crónica tells me it's one o'clock in the morning. I am sleepy. When the cell phone is fully charged, I go to the bar to have a coffee to wake me up a bit. The tables that are occupied are with couples with their children (I think of mine, what is he doing at home, at five years old he is like Superman), women alone (I will not be tempted, before cheating on my wife I cut my pussy), men discussing soccer. I take out of my backpack the Clarín of the day and read the news: it's always the same, politics, accidents, insecurity, stupid things. At that moment I regret not having preferred to make the trip by plane: what an asshole... I would have saved myself all this hassle.
I can't do anything anymore, that's it. Or if: Crónica while showing a shooting in a neighborhood of the suburbs says that it's four in the morning and the ticket office opens in an hour. With my suitcase and backpack I take the opportunity to go to the bathroom and while I'm doing my business other guys smoke; I only do it in the office, quiet. When I leave the bathroom and go to the hall, I'm in a bad mood: I'm not sleepy, so I check all the messages and whatsapp audios that I haven't read yet, and I haven't listened to. My boss asking me when I'm going back to work, my sister wanting to know if I went through the route of the seven lakes, my best friend asking me to please bring him the imported whiskey. My eyes close, my body asks for more coffee, or something stronger. Stop, not a gin at this hour, there is nothing more disgusting than a man's breath of alcohol: better a coffee. I go back to the bar, Crónica now says it's a quarter to five while they show how some actors I don't know win a Goya, and I order another coffee, more torrado. It's dawn. Now I'm hungry, so I order half a roast. I consume it, go back to the bathroom with my suitcase and my backpack, now I go to the ticket office and they attend to me. Eureka: when I thought there was nothing I could do, I decided to cancel the bus trip and fly back.
That way we don't have any unpaid bills.
Ha.
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