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Historia de amor (2011)

 




Historia de amor

 

A todos los nadadores del mundo (profesionales o no)

A  la sensibilidad

Al mar

   AGUA. Agua. Agua. El agua roza mi piel en el medio del mar, mientras me baño junto a mis hijos en estas vacaciones. El agua es ese lazo profundo que llena mi ser, que domina mis sentidos, que me llenó de dolor y me causa una inmensa felicidad.

  Agua. El agua me seduce mientras duermo desde hace muchos años, cada noche, cada amanecer. Sueño que nado el estilo que sea y que gano la competencia, mientras todos me aplauden otra vez y subo al podio. Sueño que soy como un pez, una foca, un delfín, como uno de ellos; La plenitud me conquista y hace mas placentero el descanso.

  Después de toda una vida peleándola, pude llegar. Salí tercera en la competencia que había soñado mi vida entera, la de aguas abiertas, y creo haber llegado. Pensar que todo se me presentaba en contra, que los vientos se me tiraban abajo, porque estaba segura que nunca iba a ser nadadora, por esas cosas de la vida. Es algo con lo que soñé siempre, desde que nací. Ya a mis pocos meses me llevaron a la playa y según el relato de mis padres, me gustaba el mar. Pero cuando me di cuenta que lo amaba profundamente fue a los tres años, y no me pregunten porque. Pasábamos las vacaciones en Villa Gesell y me recuerdo corriendo por la orilla, feliz. Era la pesadilla de mis padres, que tenían pánico que me pasara algo: pero a mi que me importaba, era la niña mas dichosa del mundo, y de todos los que estaban en el balneario.

  Ya me había dado cuenta que mi deporte favorito era la natación. Cada vez que me ponía la malla y me metía en alguna pileta (tanto una pelopincho como una olímpica) me estremecía, tanto como me pasa hoy. Puedo olvidarme de muchas cosas, de mi primer juguete, del estribillo de alguna canción, de ciertas calles, pero no puedo olvidarme de todas las veces que me interné en el agua para nadar. No lo puedo explicar, solo sentirlo. Mi niñez mas temprana fue puro mar, pileta, placer, entusiasmo.  Inolvidablemente el sol caliente se refrescaba con las zambullidas que me regalaba cada día, y la luna me acompañaba con el cielo azul y las estrellas cuando nadaba de noche. Incluso cada icono, cada persona y circunstancia referida al agua contaba con mi apoyo; Me fascinaba ver a los nadadores compitiendo y soñaba que, algún día, seria como ellos.

Pero, al ir creciendo, nada fue como lo soñé. Falleció mi padre y nos quedamos solas, mi mamá, mi hermana menor y yo. Fue asi que por mucho tiempo no nos tomamos vacaciones y allí empezó mi tristeza. Adiós al mar, adiós al sol, adiós a la arena, adiós a la felicidad. Debía quedarme en casa mientras otros disfrutaban el lujo de las mieles del veraneo en la costa. A escondidas, lloraba muchísimo, porque una parte mía se había ido con mi papá, al cual también extrañaba. Pero la vida continúa y yo también: las cosas se fueron complicando mas y mas, al punto que, demostrando mi timidez y por el que dirán, estaba tan desesperanzada que pasaron los años y nunca me animé a anotarme en un club para nadar. ¿Cómo podía ser?. Si era realmente mi pasión, ¿por qué me pasaba esto?. No era perfecta, y además no tenia la figura ideal de una deportista, mucho menos la tan deseada espalda que identifica a un nadador, porque soy rellenita. Todo esto, aunque no pareciera, me llenaba de dolor; Ahora, cuando me hablaban del agua, de la natación y de todos sus derivados, sentía una piedra en el pecho, quería escapar. ¿Por cobardía?. No, yo sé que no era asi, de hecho me decía “Maria, tenés que ser fuerte, no podés bajonearte por una cosa asi, vamos”. Y, por las noches, cuando cerraba los ojos, sentía un hermoso atardecer en la playa, a la orilla del mar, y las lágrimas afloraban como gotas de lluvia.

  Siguió pasando el tiempo, crecí. Comencé a estudiar Oceanografía y se me fueron acortando los tiempos; Mi fascinación por el Océano se hizo evidente al querer dedicarme por siempre a una profesión. Mientras tanto, me convertía en mujer: se redondeaban mis senos, redondeaban mis caderas y maduraban mis ideas. Los años me habían hecho mas fuerte pero al mismo tiempo mas débil, porque el agua me hacia mas sensual.  No me había dado cuenta que tenia un costado sexy en mi, que se hizo evidente cuando me enamoré por primera vez. Martín me estaba esperando, junto a sus abrazos, sus caricias y su mirada tierna. Asi, descubrí otra forma del amor, parecido pero diferente a lo que me pasaba con el mar. En la intimidad, era como si el roce de los cuerpos fueran las brazadas y las vueltas carnero que hago en el agua. Ya no lloraba por las tardes veraniegas perdidas y mi espíritu se encontraba en bajante. Estaba mas calma, mas relajada. Esto no quería decir que no me doliera lo extraviado, era para mi muy importante.

    Pero, por suerte, hubo un día en el que pude volver al mar, a mi mar. Tuvimos que hacer una tesis con la facultad sobre las especies marinas y por eso viajamos a Mar del Plata para llevar a cabo la idea. Caminábamos por la arena, era un día nublado. Me sentía rara al principio, porque hacia mucho que no visitaba la playa; Pero, unos minutos después, la alegría del reencuentro se abrió como los pétalos de una flor luego del invierno. Recorría cada rincón mientras sacábamos fotos y tomábamos apuntes, y era como si me entregara. Esas dos horas fueron vitales: tuve que aguantarme las ganas de bracear, encima hacia frío; Pero por suerte la pasamos muy bien y, de alguna manera, volvía a vivir aquellos años de la niñez. De a poco algunas cosas se me daban, paulatinamente; Como todos, me encontraba en el equilibrio entre la miel y la hiel.

   Mientras tanto, otras preocupaciones rondaban mi mente. Mamá tuvo algunas complicaciones de salud, y tuve que ayudar a mi hermana a que no se deprimiera por eso. Me iba bien en la carrera, pero lo que vivía mi familia era mas fuerte que yo misma. Por eso estuve unos meses ocupándome de ellos y descuidé el estudio: mis profesores, sorprendidos, no podían entender como alguien tan aplicada y responsable se había dejado estar. Pero lo tenían que saber, mi familia también me importaba. Cuando se resolvió todo, volví al ruedo: no fue fácil, pero le puse garra y me fue mejor. Con el correr de las cosas, al ponerle empeño se iba aclarando el panorama. Aunque, a veces, todo se me hacia cuesta arriba, pero tenia el apoyo de Martín, que me alentaba a seguir adelante.

    Con el correr de los años, me reencontré con la niña que fui. Me recibí de oceanógrafa con buenas notas, y un poco después me casé: por supuesto, en la Luna de Miel nos fuimos a la playa, como correspondía, já já. Comencé a trabajar en un Centro Marino, y a los pocos meses quedé embarazada. Muchas veces paseé por la playa con mi panza, y me pareció que le transmitía a mi bebé este amor. Definitivamente, me había reconciliado con el dolor, porque ahora había encontrado el tesoro de la felicidad. Caminaba, simplemente caminaba: mientras lo hacia, me encontraba entre surfistas, nadadores y gente común, que compartía conmigo la alegría. Luego tuvimos dos hijos mas: nunca había sido tan feliz, descubrí la maternidad. Afortunadamente, había logrado formar una familia, y era alcanzar el cielo mas azul.

    Sin embargo, a pesar de tanta felicidad, algo me faltaba. Nadar. Gracias a Dios, mis hijos terminaron siendo buenos nadadores, y les encanta el agua, ni hablar el mar. Pero, por esas cosas raras que pasan, yo nadaba poco. Ellos se daban cuenta que algo me pasaba, y me lo preguntaban. Chicos, mamá esta bien, no se preocupen, les decía siempre. Pero me sentía mal, les mentía. Juan, mi hijo mayor, se dio cuenta que a veces lloraba a escondidas; Una noche, mientras lagrimeaba en mi habitación, se acercó. De la forma mas amorosa, me preguntó ¿qué pasa mami?. No le podía seguir mintiendo, eso es algo que nunca voy a aprender; Por eso, en su idioma, le dije que había algo que amaba tanto como a ellos, y que no lo podía demostrar. El gordo se quedó pensando unos minutos, hasta que me dijo “bueno mami, voy a hacer que puedas sonreír”, y me abrazó.

    Desde esa noche, Juancito se alió junto a Valentín y Delfina, mis otros hijos, e hicieron que pudiera sonreír. Cada mañana, los tres venían como en un batallón a la cama: saltaban, se reían y los abrazaba, en un intercambio de verdadero cariño, demostrando cuanto los amo. Me llenaban de dibujos, de carteles, la gran mayoría inspirados en mi debilidad: las olas, los peces, los barcos, las aguas... También jugábamos mucho (y lo seguimos haciendo), y, de vez en cuando, les regalaba caramelos; Siempre que se portaran bien, porque cuido de que sean sanos (tanto de cuerpo como de alma, de mente) y que no coman porquerías. Estoy segura que Juan sabia que “eso que amaba tanto” era la natación; Un tiempo después, me di cuenta.

    Haciendo unos largos en la pileta del club, me observaba un profesor de natación que había participado en la anterior maratón de aguas abiertas en Santa Fe. Cuando terminé, se me acercó y me dijo: “Flaca, realmente nadás excelente; ¿No te gustaría formar parte de nuestro plantel?”. No lo podía creer. Esas palabras habían sido el final de la espera, como la llegada de un Mesías: como por arte de magia, la luz había regresado a mi vida. Ni lo pensé: de una le contesté que si, que era un honor para mi, que contaran conmigo para lo que fuera. Ahora me sentía realmente completa. Sin saberlo, ese profesor se llamaba Gaspar y era conocido de mi esposo; Juancito le había comentado a su papá nuestra charla, entonces Martín le contó a Gaspar mi situación. A propósito, el sabia quien era yo y ni me preguntó como me llamaba, porque ya lo adivinaba. Una semana después, me sumé al plantel, por cierto todos mas jóvenes; Al toque, comprobé que me faltaba entrenamiento, porque no me sobraba el aire y me cansaba en los 100 libres: Gaspar en un momento hizo parar mi trayecto y me aconsejó que, si quería llegar lejos, debía ponerme las pilas y entrenar en serio.

   Seguí peleándole a la vida y me propuse superarme. De lunes a viernes, todas las noches, entrenaba dos horas, haciendo lo que mas feliz me hace. El agua ya era definitivamente parte de mi, y yo era parte del agua, como si fuera una extensión de mi cuerpo o la melodía mas dulce que jamás hubiera escuchado. Pero también no me daba cuenta que sacrificaba momentos con mi familia por esto, y con el laburo, ¿cómo hacia?. Iba todas las mañanas y desempeñaba mis funciones con normalidad, para después estar con mi marido, mis hijos, hacer las cosas de la casa, ayudarlos en los deberes, compartir lo cotidiano, para después ir al club y regresar extenuada a casa. Pero, la verdad, valía la pena. Todo este esfuerzo para mi era natural, porque desde temprana edad sabia lo que era enfrentar las paredes de lo difícil, y cada vez mas me convencía que tenia garra: me di cuenta mientras me deslizaba en el agua y cuando me duchaba, con las gotas cálidas paseando por mi piel. Mamá y mi hermana estaban encantadas de lo que me pasaba, y me apoyaban; En el trabajo no podían creer que nadara tanto, y se admiraban por mi; Mis amigos estaban contentísimos y mis hijos no paraban de decir que tenían de mamá a una sirena: todo ello me enorgullecía, pero no me bastaba. Quería mas.  

   Faltaba poco para la competencia de aguas abiertas en Santa Fe y había una expectativa creciente. Quería participar, me moría de ganas por hacerlo; Gaspar me preguntó si estaba lista, volví a contestarle que si. Solo faltaba prepararse, y hacer las cosas bien. Por suerte, ahora me sobraba el aire y me cansaba mucho menos: me tenia fe. Aunque, en realidad, nunca me la creí, ni pienso hacerlo. Esos dos meses previos a la competencia entrené muchísimo: tenia todas mis metas puestas en esto, que era tan especial para mi. De a poco, comprobé que mi espalda se estaba volviendo ancha, y me puse feliz; Gaspar estaba contento por mi esfuerzo, y mis compañeros me alentaban, porque sabían mi historia y siempre estaban dispuestos a darme una mano.

    Hasta que llegó Febrero. Partimos rumbo a Santa Fe y cuando llegamos, el aire litoraleño nos envolvió, como un buen presagio. Participaban nadadores de todas partes del mundo, era importantísimo. Días antes, Gaspar nos explicó las reglas: serian 50 kilómetros recorriendo las aguas del río, y si alguno se cansaba, abandonaba el trayecto. Tanta distancia me asustaba, pero de ninguna manera iba a dar marcha atrás, porque esto para mi era un sueño. La noche anterior a la competencia, me dejé llevar y soñé con mi papá, que me acompañaba en este momento y me deseaba plenitud y luz para mi vida. Las lágrimas volvieron a rodar en la almohada, a la mañana siguiente mientras me despertaba.

    Los botes y las lanchas navegaban por el río. Muchedumbres de gente se reunían en el puente y en la orilla, siendo testigos de mi celebración. Toda la ciudad quería colarse en mi fiesta de 15 unas décadas después: los distintos nadadores se preparaban en su mundo, y yo volaba en mi nube de ensueños diáfanos. Al verme preparada para la ocasión, volví a estremecerme y a pensar en mi papá: estoy segura que estaría feliz por mi. Todo el plantel se juntó y Gaspar, después de unas palabras, nos deseó suerte y fuerzas. Ahora solo era cuestión de tirarse al río y, acompañada de una lancha guía y protectora, nadar y llegar a destino.

    Cientos de artesanos de los peces invadieron las aguas. Muy concentrada, braceaba y respiraba como un yogui, ayudada por la hidratación que me daba el chico del bote cada 15 minutos. No pensaba en nada, tenia la mente en blanco: a medida que pasaban las horas, los demás nadadores se alejaban y me cansaba mas. Mi cuerpo pedía una tregua, abandonar, dejar todo; Pero mi mente y por sobre todo mi corazón no se rendían, porque soy una guerrera. Nadé casi ocho horas: nunca antes había hecho tanto, y fue realmente una revolución. Las aguas marrones del río me acompañaban, éramos solamente él y yo; La lancha, guardiana, hacia su papel de forma mas que amable. En ningún momento me perdí, porque me guiaba por la intuición y el coraje; Asi pasaron las horas, suaves, tensas, hermosas, hasta que iba llegando, de a poco, a Coronda.

    La gente, estoica y vestida de domingo, nos esperaba. Botes, lanchas, e incluso barcos nos daban la bienvenida. Reinaba un clima diferente, como hacia mucho no se vivía. Braceando y braceando, me iba acercando al punto de llegada; Todos los participantes nos volvíamos a encontrar. La hinchada gritaba y nos alentaba, aunque escuché poco. Gaspar, recién llegado, se acercaba a la orilla: las ansias lo dominaban y, como un chico, quería tirarse al agua. Mientras tanto, yo... Yo solo quería llegar, no daba mas. Tom, el nadador norteamericano, luchaba palmo a palmo conmigo, pero no me preocupaba: lo mío era disfrute. Tanto fue asi, que finalmente llegué; Ni me di cuenta.

    Los aplausos de la gente, los flashes, los periodistas, todos rodeaban a Tom. Había sido el ganador de la maratón: merecidamente, porque es uno de los mejores nadadores que vi. Salí del agua, tranquila, hasta que Gaspar y todos los chicos, eufóricos, me vinieron a abrazar. No entendía nada, hasta que escuche un ¿Cómo Maria, no sabias? ¡Saliste tercera!. ¿Cómo? ¿Era cierto?. Sin saberlo, había cumplido un viejo sueño. La felicidad que sentí no tiene explicación: las lágrimas, otra vez, volvieron a rodar, pero esta vez eran lágrimas alegres. Algunos medios se me acercaron y, riéndome a carcajadas, hablé con todos, agradeciendo y acordándome de cada uno de los que me apoyaron y confiaron en mi. Y, cuando subimos al podio, Tom, un nadador alemán y yo, los aplausos y los vitores me hicieron trasladar a la gloria.

    Salgo del mar. Atardece en la playa y mis hijos me buscan. Mucha vida viví, mucha vida me espera. Del dolor se aprende, de la alegría se disfruta. Acá estoy, sirena azul que necesita las olas. Seguramente, esta noche, al cerrar los ojos, me sueñe nadando todas las aguas de la Tierra. Aguas profundas, como mi sentimiento. Aguas profundas, como el fondo del mar. Aguas profundas, como el verdadero amor. Porque lo que siento es amor: un amor que nadie puede entender y que solamente yo lo comprendo, sin egoísmos. Soy feliz: todo lo que viví me enseñó a luchar, seguir adelante y seguir mis sueños, que nunca voy a dejar. Desnudos sueños de agua. Agua. Agua.

                                                                                                  FIN

  


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